Ceremonia de Egreso Licenciatura Universidad Iberoamericana
28 de septiembre de 2019
Estimado Sr. Rector, Mtro. David Fernández
Dávalos; Mtra. Sylvia Schmelkes,
Vicerrectora; Ing. Arturo Bañuelos Caamaño, presidente de la
Asociación de Egresados de la UIA; honorables miembros del presídium y queridos
estudiantes que se gradúan el día de hoy, padres de los graduados y amigos:
Es con un gran emoción y gratitud que me
encuentro hoy en la Universidad Iberoamericana, mi Alma Mater, para
compartir este momento tan especial en sus vidas.
Como egresada de la carrera de Comunicación,
profesora de los departamentos de Comunicación y Relaciones Internacionales,
así como estudiante de la maestría en filosofía en el departamento de
Filosofía, me siento en casa y muy orgullosa de la formación que aquí recibí y
que me proporcionó los fundamentos de mi desempeño profesional en la
diplomacia, en la que he alcanzado el sueño de todo diplomático de carrera en
México: representar a nuestra gran nación ante los Estados Unidos de América.
Quisiera compartir con ustedes algunos de esos
principios, valores y fundamentos que aquí aprendí y que me han sido
invaluables:
En la carrera de
comunicación abrevé de profesores como Francisco Prieto, Rubén Jara, Miguel
Mansur, Guillermo Sheridan, Alberto Almeida, entre otros, la importancia de la
retroalimentación en toda comunicación, de la empatía, de la comprensión del
otro, conocer sus marcos de referencia y entenderlos. Aprendí el valor del
lenguaje no verbal y de los símbolos y significados. También de los riesgos de
la propaganda y de que la repetición de una mentira lleva a que se convierta en
una verdad.
En mi carrera diplomática, estos conceptos me
han sido fundamentales. Llegar por primera vez a representar a México a un país
que quizás has visitado como turista, sobre el cual has leído e investigado,
pero en el que nunca has vivido, requiere de una gran capacidad de adaptación,
pero, sobre todo, de un enorme deseo por entender a ese otro en todas sus
dimensiones: su sociedad, su economía, su gobierno, sus tradiciones, pero, quizás
lo más importante, su gente y su cultura. Por ello, antes y durante mi estancia
en un país, devoro lecturas, en particular de literatura y poesía, que te
llevan a entender un poco mejor el alma de la nación en la que estás actuando.
Salir a la calle, a todos los barrios, interactuar y aprender a amar a esas
personas con las que convives día a día y con las que quieres construir
relaciones cordiales.
Y la retroalimentación
como concepto central: escuchar al otro, aprender de él, comprenderlo,
decodificar sus mensajes verbales y no verbales. Es la base para poder elaborar
los mensajes que a la vez deseas enviar como diplomático, como representante de
México, pero también de lo que quieres transmitir como ser humano. Que deseas
que viajen a México, que inviertan, que creen empleos en México.
Comencé a dar clases en
Relaciones Internacionales en 1981, antes de que fuera un departamento
independiente de Ciencias Políticas y Sociales. Tuve el privilegio de convivir
con varios profesores que aún están ahí. Departamento que dirigió mi esposo, el
embajador Agustín Gutiérrez Canet de 1996 a 2002. Mi esposo, sin el cual no
sería lo que hoy soy. Enseñé las materias de Organismos Internacionales,
Negociaciones Comerciales Internacionales y Comunicación Intercultural, entre
otras.
¿Qué aprendí en ese
Departamento? La relevancia de la cultura en las relaciones internacionales.
Como marco de referencia, como fundamento de la proyección internacional de
México: en los momentos más difíciles para nuestro país, ante las imágenes de
violencia e inseguridad, lo que distingue a México en el mundo y nos salva es
nuestra grandeza y fortaleza cultural. Esa riqueza de la cultura de nuestras
comunidades indígenas, esa riqueza cultural del Virreinato, tan única y
característica. No hay plaza más grandiosa en el mundo que el Zócalo. Esa
dolorosa etapa de conflictos internos en el siglo XIX que nos llevó a perder la
mitad de nuestro territorio. Y ese México del siglo XX, de la revolución, pero
también de referencia cultural para todo el mundo de habla hispana a través de
nuestro cine, televisión y de instituciones como el Fondo de Cultura Económica.
También, la importancia
del conocimiento de la historia y la geografía. Si no conocemos la historia de
México, no podemos explicarlo y defenderlo. Cometeremos una y otra vez los
mismos errores. Pero si no conocemos la historia de los otros países, no
podremos entenderlos ni establecer una comunicación y unas relaciones
fructíferas. No podrá haber confianza, concepto clave en sociedades exitosas y
en relaciones bilaterales duraderas. Estas se agotarán en meras transacciones,
fotografías y en firmas de documentos cuya vida será efímera, sin mayores
consecuencias.
Enseñar la materia de
organismos internacionales ha sido mi pasión, porque soy una ferviente
defensora y creyente del multilateralismo. Además, he tenido el privilegio de
representar a México ante organismos internacionales de la relevancia de la
FAO, el PMA y el FIDA, así como ante la Asamblea General de las Naciones
Unidas. La defensa del multilateralismo es pilar esencial de la política
exterior de México, de su acción internacional. El sistema de NU es fundamental
para la construcción de regímenes internacionales de cooperación, que nos
permiten avanzar en el logro de metas nacionales, evitar confrontaciones y
equilibrar la relación bilateral más compleja y complicada que tiene México: la
relación con los Estados Unidos.
Los invito a que
estudien la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y que
analicen cómo esta Agenda aprobada en Naciones Unidas puede ser fundamental
para la transformación del país. Una agenda orientada no sólo a combatir el
hambre y la pobreza, sino a lograr una mayor equidad y distribución de los
bienes y la riqueza, a preservar el medio ambiente, a combatir el cambio
climático, a lograr la igualdad de género, a desarrollar la ciencia y la
tecnología.
A su vez, ser docente
de Negociaciones Comerciales Internacionales me permitió formar varios de los
actuales negociadores de México y, en este momento, poder defender con
argumentos y conocimiento la importancia de la ratificación del TMEC.
Quisiera subrayar,
pues, mi convencimiento de que la política exterior de México es un instrumento
para transformar y anclar cambios en el país, a la vez que buscamos incidir en
las negociaciones internacionales de temas que afectan y afectarán el
desarrollo futuro de México. Baste señalar como ejemplo, la ratificación de los
pactos de derechos humanos que son ahora referencia ineludible para la política
interna en esta área y con base en los cuales nos hemos sometido
voluntariamente y en ejercicio de nuestra soberanía, a la supervisión
internacional en la materia. Mención aparte merecen los tratados y normas en
materias tan diversas como la seguridad aérea, la seguridad marítima, la
inocuidad y seguridad de los alimentos, la preservación del patrimonio
cultural, el acceso a posiciones en la órbita geoestacionaria y la lucha contra
el crimen organizado, entre otros muchos temas.
Finalmente, abordo el
gran aprendizaje que adquirí en el Departamento de Filosofía. Después de cursar
el grado de bachiller en filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana en
Roma, decidí estudiar la Maestría, misma que he concluido, pero, debo confesar,
no he presentado mi tesis. Quizás porque fui demasiado ambiciosa y escogí un
tema complejo y central en la vida de México y en el mundo de hoy en día: el
tema de la identidad, que se entrelaza cada vez más con el reconocimiento del
otro y con la justicia.
He dedicado años a leer
y analizar la obra de dos grandes filósofos contemporáneos: Charles Taylor,
autor de Las Fuentes del Yo, el surgimiento de la identidad moderna y Paul
Ricoeur, autor de Sí Mismo como Otro.
En estos momentos, en el
mundo y en Estados Unidos vemos luchas culturales en torno al concepto de
identidad: ¿qué significa ser estadounidense?, ¿cómo enfrentamos el enorme
cambio demográfico en curso? Las migraciones en número y características sin
precedente, llevan en muchos países a poner en el centro del debate político el
tema de la identidad: ¿quiénes somos?, ¿a qué aspiramos?
Por ello, me apasionó
el tema de la identidad y quisiera plantear aquí muy humildemente, que debemos
tener mucho cuidado en NO construir una identidad basada en criterios étnicos,
de pertenencia a clases sociales, porque ello lleva al conflicto
inevitablemente.
La construcción de la
identidad, como lo plantean Taylor y Ricouer, debe ser una construcción ética.
Basada en valores y aquí les propongo que traten de guiar su comportamiento y que
busquemos renovar el pacto social en nuestro país en la pequeña ética de
Ricoeur: “La aspiración a una vida buena, con y para el otro, en instituciones
justas”. Ricoeur hace un análisis filosófico de cada uno de los elementos de su
propuesta, sobre qué es una vida buena, con y para el otro, basándose en los
grandes filósofos como Aristóteles, Kant, para llegar al gran tema de la
justicia.
Y con esto quisiera
cerrar mi alocución. El gran tema pendiente en las relaciones internacionales,
pero también en nuestro amado país, es el tema de la justicia, estrechamente
vinculado al tema de la equidad.
Y si alguna
responsabilidad tenemos los egresados de esta Universidad, basada en valores,
principios, es garantizar el respeto a los derechos humanos de las personas y
lograr un México más justo y equitativo, en el que las diferencias sociales,
étnicas, de ingreso, no sean tan profundas y dolorosas. Ese debe ser el México
que todos debemos soñar y trabajar para lograrlo. Será un México basado en el
respeto, en la confianza. Será un México en el que todos nos podremos sentir
seguros y sabremos entonces que estamos viviendo “Una vida buena, con y para el
otro, en instituciones justas”.
Les agradezco su
paciencia y atención y siéntanse siempre Orgullosamente Ibero.