Discurso Ceremonia de Egresados
Ibero Otoño 2014
28 de febrero de 2015
Por Marcela Turati, Oradora Invitada
Abandoné Chihuahua y me vine al DF pensando que si quería estudiar
la carrera de Comunicación debía de estar cerca de los grandes medios; y como
salí de escuela de monjas me pareció bien hacerlo en una universidad jesuita.
Confieso que la mitad de la carrera tardé en adaptarme a la ciudad,
a la diversidad, a este mundo tan distinto. Hablé muy poco en clase. De hecho,
pedía a los profesores que no me preguntaran; era tímida y como notarán sigo
siéndolo. Eran los primeros años del alzamiento zapatista, los ideales estaban
en efervescencia, muchos sentíamos que un nuevo México estaba surgiendo.
Conduje un programa en Radio Ibero donde tratábamos los problemas
del pueblo de Santa Fe, del que hoy casi nadie se acuerda, viajé a comunidades
donde la gente tenía hambre, gracias a
las Misiones pude hacerlo, y escribí en
La Buhardilla, el célebre periódico escolar, donde publicábamos notas que nos
trajeron no pocos regaños de rectoría.
El último semestre me volé las clases, pues pedí que me
permitieran hacer mi servicio social en comunidades campesinas donde los
jóvenes quería aprender radio, y el trato es que estudiaría a distancia y
aplicaría mis clases a las necesidades de esos campesinos. El experimento
estuvo a punto de fracasar, uno de mis maestros quiso reprobarme por mi
inasistencia y yo por poco no iba a graduarme.
En estos pasillos, en estas aulas, me enamoré del periodismo. La Ibero me abrió ese mundo, me dio contactos para ejercerlo, pero, sobre todo, reforzó mi sensibilidad hacia lo social.
Cuando egresé no tenía claro a qué me iba a dedicar. Pero confié
en mi intuición y fui siguiendo su
llamado. Con el tiempo estaba claro que a través del periodismo intentaría
hacer de este un mundo menos injusto y menos inhumano. Lo elegí como mi
trinchera desde donde creía que podía aportar mi granito para cambiar el mundo,
así fuera informando sobre comunidades donde la gente pasa hambre, escribiendo
sobre mineros o petroleros explotados, entrevistando a adolescentes en riesgo, acompañando
marchas, reporteando sobre niños y niñas
huérfanos por la violencia, denunciando oficinas de gobierno donde se roban el
dinero destinado a los más pobres.
Hoy les toca a ustedes este reto. Ustedes están por graduarse y
comenzar de nuevo. En delante ya no hay calificaciones ni ensayos. Saldrán a
aplicar lo que aprendieron, a trabajar, a hacerse de un prestigio, a labrar una
vida, a buscar la felicidad, a seguir sus propios llamados, a intentar
convertirse en sí mismos.
El momento es difícil. Vivimos
una época de crisis, y en medio de una emergencia nacional. Las noticias que he
tenido que dar los últimos años contienen un dolor profundo que pocos quieren
ver: miles de personas muertas en vida, cargadas de dolor, porque les
asesinaron o les desaparecieron a un ser querido y que no tendrán descanso si
no obtienen justicia; miles de niños huérfanos que mastican pesadillas y de
viudas jóvenes dopadas para no sentir el dolor, pueblos fantasmas de los que
todos salieron en estampida para huir de la violencia, miles de jóvenes para
los que no hubo un lugar en la sociedad y que sólo tienen cabida en los grupos
de delincuencia o en los panteones. Todos sufren. Víctimas y victimarios.
Me tocó cubrir noticias que nunca imaginé dar. Entre las más duras
estuvo el hallazgo de unas fosas en Tamaulipas. Había muchas familias queriendo
acercarse a ver si entre esos cuerpos estaba el de su familiar desaparecido. Una
mujer cuando se enteró que había una reportera presente me dijo: “Periodistas, ¿ya
para qué vienen? Dijimos muchas veces que en estas carreteras desaparecía gente
pero nadie nos hizo caso. Parecía que hablábamos desde abajo del mar”.
Desde abajo del mar. La frase todavía me cala.
Millones de mexicanos parece que hablan desde abajo del mar. Nadie
escucha.
A Ustedes, por ser privilegiados, por haber tenido la oportunidad
de pasar por la universidad, y precisamente por esta universidad, les toca
abrir puertas donde quepamos todos, ensanchar los pasillos, crear nueva
arquitectura social. Lograr que todos sean escuchados.
La situación del país no está para comprometernos dando un like, un retuit o acudiendo a una marcha. Requiere hacer de la inclusión una
forma de vida, no ceder a la transa y a la corrupción, no rendirnos a la
ideología del dinero, no trabajar para tener éxito, pues el éxito llega cuando
nos dedicamos a cambiar las cosas.
Verán que la vida no es una competencia para ver quién llega
primero. Es convertirnos en luz que abre caminos. Es mantener el corazón bien plantado sobre
sus raíces, para no permitir que se nos vaya haciendo de piedra; mantener
frescas las raíces, con sus vasos comunicantes. Es dejar de ser islas para
convertirnos en archipiélagos.
Es tomar decisiones con el corazón bien informado para construir
otro mundo posible, teniendo bien plantados los valores que aprendimos.
Es un esfuerzo permanente para ir a contracorriente de la
comodidad, para no permitir que la universidad sea el último momento de nuestra
vida en el que tuvimos contacto con otras realidades. En delante no tendrán
materias que los sitúen en el campo. Todo está diseñado para que nos encerremos
en nuestras casas y coloquemos rejas y grandes bardas, para que nos aislemos en
condominios equipados como mini-ciudades que te ahorran la molestia de salir a
la calle. Hay que tener cuidado porque la únicas personas que conozcan en
delante serán de su círculo social o, a lo mucho, de su empresa.
Que este título que van a recibir no sea una acreditación de que
aprendieron un oficio, sino que los acredite como ciudadanos. Más que pensar
soy arquitecta, ingeniero, diseñador, politólogo, economista, hay que
pensar soy ciudadano. Eso es difícil, si lo hacen serán criticados.
Lo hemos vivido yo y otras colegas periodistas desde que
comenzamos a salir a las calles a marchar contra los asesinatos de colegas,
para exigir que dejen de silenciar la verdad que incomoda, para defender el
derecho de la gente a estar informada porque sabemos que donde se instala el
silencio gana la muerte.
Eso es lo que espera de nosotros el sistema. Nuestro silencio. Que
estemos domesticados. Que aprendamos la impotencia. Que creamos que nada se
puede cambiar, que las cosas son y serán siempre así.
Cada quien desde el oficio que eligió, sea éste que aparece en su
título u otro que les ponga la vida, debe poner en juego todo su ser, su creatividad, sus pasiones, su voluntad, su
decisión, su corazón para buscarle las grietas al sistema, para impactarlo,
para abrir puertas a otros, para hacer cambios.
Hacer nuevos intentos de formar comunidades como la del Yosoy132,
nacida aquí, contra las mentiras establecidas. Ese movimiento que a todos los
que somos comunidad Ibero nos hizo sentirnos tan orgullosos, nos hicieron soñar
en que el cambio es posible. Gracias a quienes de ustedes dieron vida a esa
esperanza.
Ahora que se gradúan no olviden estos sueños, agárrense de ellos, escóndanlos cuando sea necesario, para que no se los roben.
Ahora que se gradúan no olviden estos sueños, agárrense de ellos, escóndanlos cuando sea necesario, para que no se los roben.
Necesitamos soñar en que podemos construir el México sin violencia
que necesitamos. Ser conscientes de que no podemos blindarnos ni sustraernos,
porque Todos compartimos el mismo suelo y si se sigue desmoronando todos
terminaremos cayendo al vacío. Nuestra felicidad está también en juego.
Es momento de tener un corazón bien informado, y estar bien
enraizados, pies, corazón, alma, mente, voluntad, manos, amores, amares, raíces
bien puestas, raíces enlazadas con otras, para construir ese paisaje soñado
donde quepamos todos.
Muchas felicidades.
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