Palabras del Mtro. David Fernández Dávalos, S.J. Rector de la Universidad Iberoamericana
Ceremonia de Egresados de Licenciatura
30 de septiembre de 2017
GRADUACIÓN LICENCIATURA
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO
Distinguidos
miembros de la mesa de honor;
Queridas
alumnas y alumnos que hoy celebran la conclusión de sus estudios;
Amigas
y amigos todos:
En
un marco difícil en nuestro país, marcado por la pesadumbre, pero también por
la solidaridad de millones de compatriotas, nuestra universidad vive hoy un
ambiente de fiesta porque ustedes han concluido sus estudios y ya se van. Los
felicito muy cordialmente por este logro suyo, pero también de sus familias y
de sus maestros y maestras.
Además
de ser éste un momento de festejo, la ocasión de su graduación es también
propicia para el agradecimiento. Alegría y gratitud se encuentran unidas ahora.
Ambos son elementos esenciales en la vida de los seres humanos. Y ustedes, que
hoy finalizan sus estudios de licenciatura o posgrado, festejan y disfrutan con
los suyos, parientes y amigos, la cosecha de una siembra de varios años, no
exenta de dificultades y sinsabores; reconocen y agradecen los beneficios
recibidos de sus padres, amigos, amigas y compañeros; de sus profesores y
profesoras y, en ellos, de la Universidad Iberoamericana en su conjunto.
Es
una experiencia reconfortante compartir con ustedes estos momentos en que
celebran –celebramos-, el término de una etapa en un tono de reconocimiento y
gratitud, de estímulo, alegría, renovación, esperanza... Les agradezco esta oportunidad
de dirigirme por última vez a ustedes, y les agradezco también su preferencia al
haber optado por la Ibero para hacer sus estudios. Porque cuando eligieron los
servicios que ofrece nuestra universidad, nos dieron un voto de confianza.
Nuestra respuesta está en marcha y ustedes son nuestros mejores resultados.
Finalmente,
¿qué hemos querido inculcarles a su paso por nuestra Universidad?
En
primer lugar, una inmensa fe en el ser humano, basados más en lo que este ser
humano está llamado a ser, que en lo que ahora es o en la gloria de sus propias
obras.
En
segundo lugar, hemos querido inculcarles la fuerza de voluntad necesaria para
no ser sólo espectadores de la historia, sino actores transformadores de esta
creación de Dios, aún no concluida, en la que los hombres y mujeres secundamos
su acción.
En
tercer lugar quisimos trasmitirles la vivencia de los más profundos valores,
cuyo origen es el único supremo valor del Amor de Dios experimentado y vivido
que se encarna y expresa día a día en el amor humano. La educación en valores
tales como el respeto, la tolerancia, la justicia, la equidad, la participación,
la rectitud, la solidaridad, hemos querido que pasara por la cabeza, el corazón
y las manos –como dice el P. Kolvenbach- para que ustedes piensen y entiendan,
sientan y quieran, actúen y construyan en la transformación del mundo y en su
desarrollo como personas.
¡Quién
sabe si esto que hemos pretendido se ha logrado en ustedes! Nosotros hemos
hecho nuestra parte, el turno ahora es de ustedes.
Sean
lo que tienen que ser: profesionales capaces, pero también seres humanos
generosos, compasivos, sagaces, siempre fraternos, abiertos a los demás, a sus
necesidades y aspiraciones.
Contribuyan
con su saber y su querer a la urgente transformación que nuestro país necesita.
Empujen los dinamismos que nos conducen hacia la superación de la pobreza, a la
creación y distribución de la riqueza, a la participación democrática de los
ciudadanos todos, al logro de una sociedad bien informada y libre. Si lo hacen
de esta manera, seguiremos encontrándonos en el camino de la edificación de la
sociedad más humana y fraterna, tal cual Dios la quiere.
Por
favor, continúense formando a lo largo de la vida. Mucho de lo hecho no tendrá
razón de ser si ustedes se estancan o creen que ya lo saben todo de su
profesión y de la vida. Además, aprovechen su creatividad y capacidad para,
como profesionales, aporten alguna reflexión pertinente, oportuna, que nos
ayude como sociedad.
Sigamos
vinculados: nosotros como su alma mater, ustedes como nuestros exalumnos
organizados e involucrados en la marcha de su Universidad.
Lleven
siempre en su mente y corazón a los pobres y excluidos de la sociedad: no como
objeto de su caridad, sino como sujetos libres, capaces, actores de pleno
derecho en la búsqueda de sus reivindicaciones más elementales. Háganles un
espacio en su reflexión profesional, ábranles paso en la historia, quiéranlos
como se quiere a otro ser humano igual a cada uno de ustedes.
No
olviden la presencia de Dios en sus vidas. Porque es la razón última de que
estemos aquí, vivos, preñados de esperanza. Por la mañana, sepan ser
agradecidos, y por la tarde, entréguense confiados en sus brazos. Y durante el
día, sean las manos, las piernas y los brazos que Dios necesita para actuar en
esta tierra.
Y,
por último, recuerden siempre que
No
tienen dueño los caminos
que
llevan hacia el infinito;
Que
existe siempre un encuentro posible,
Un
silencio de frutas y flores,
Para
ser acogido.
Que,
como dice Roseana Murray,
Tal
vez el asombro
De
todo descubrimiento
Y
los gestos más sencillos,
El
pan repartido,
El
dolor compartido,
La
mano en el rostro del otro,
Son
la sonrisa invisible de Dios.
Muchas
felicidades.
México,
D. F., a 30 de septiembre de 2017
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