Abraham Muñoz Barbosa, Orador Invitado
Ceremonia de Egresados TSU, 9 de marzo de 2018
Auditorio José Sánchez Villaseñor, Universidad Iberoamericana Ciudad de México
Hace poco más de 40 años tuve la fortuna de nacer en
una familia humilde, amorosa, trabajadora y con un profundo sentido de hacer bien
las cosas y de servir a la comunidad. Una familia que tuvo muy claro que lo
mejor que nos podía ofrecer era, además de mucho amor y su ejemplo de vida, una
educación que nos formara como mejores personas.
Hace unos 33 años cuando tenía 7, yo la pasaba genial
en la escuela pública Matilde Acosta en un polígono violento dentro de la
delegación Álvaro Obregón, en ese entonces mis padres me invitaron a aplicar a
una beca a fondo perdido de esas que la SEP le pide a las escuelas particulares
que ofrezcan a estudiantes de bajos recursos… En esos momentos no lo sabía pero
esa beca se convertiría en un punto de inflexión en mi vida.
Con esta nueva oportunidad, a los 8 años llegué a una
escuela privada a la que asistía de
traje y corbata; tenía percheros, lockers y un amplio y frondoso jardín en cada
salón de clases; contaba con varios auditorios y patios; tenía talleres de
música, pintura y teatro; equipos deportivos representativos que participaban
en varias competencias nacionales e internacionales; y por supuesto, salas de
computación – donde por cierto aprendí a mover la ranita de izquierda a derecha
y de arriba para abajo y que utilizaban esos discos flexibles que se insertaban
en unas máquinas gigantes de IBM-.
Llegué a una escuela privada en donde el 90% de los
padres de familia pertenecían “a la alta sociedad”. Al llegar, la primera
pregunta que me hicieron fue: ¿Y qué hacen tus papás? ¿De qué familia vienes? Y
mi respuesta fue la obvia, justo la que era… “Tienen un taller mecánico”.
De inmediato el trato de mis compañeros hacia mi cambió…
me dí cuenta que yo no tenía la piel tan blanca como ellos, ni tampoco los ojos
azules o verdes, mis padres no eran grandes políticos ni empresarios ni
formaban parte de “su alta sociedad”, no llevaba los dulces y chocolates americanos
que ellos llevaban, tampoco hablaba como
ellos ni viajaba a Vail a esquiar cada invierno.
La presión fue alta, tanto que por un momento incluso
dudé si lo que hacían mis padres estaba mal… al final gracias a su comprensión
y amor me di cuenta de quién era yo, de lo orgulloso que me siento de quiénes
somos y de dónde venimos … así que comencé a comportarme distinto, me enfoqué
en aprovechar todas mis fortalezas y capacidades, me enfoqué en nunca tratar de
ser alguien que no era…. Si quieres modificar el resultado de la ecuación “x +
y = z”, lo único que tienes que hacer es modificar uno de los factores… Si
quieres que las cosas sean distintas te tienes que convertir en un agente de
cambio.
Diez años después tuve la fortuna de ingresar a otra
familia sin necesidad de sustituir a la anterior por supuesto, una familia que
marcó mi vida, una familia con casi 500 años de experiencia profundizando en la
dura tarea de incidir en la formación de profesionales que contribuyen a
construir una sociedad más justa, equitativa, humana, fraterna y solidaria.
Ustedes acaban de ingresar a esa misma familia que los estaba
buscando y que se siente muy orgullosa de tenerlos como hijas, hijos, hermanas
o hermanos. Una familia que no espera de Ustedes más que amor, trabajo digno y
que dejen huella en su propia vida, en su comunidad y en su país. ¡Una familia
que forma profesionales para la vida… una familia que forma mejores personas!
... ¡Una familia que forma parte de esta “nueva alta sociedad” que se caracteriza
más por su impacto social que por su poder económico!
Hoy me siento orgulloso de poder hacer compatible el ejercicio de una
profesión socialmente útil y relevante que me permite un sustento digno y al
mismo tiempo tener un compromiso ciudadano con la construcción del bien común.
¡Hoy dedico mi vida a formar mejores ciudadanos desde la niñez y los invito a
que Ustedes también lo hagan desde su propia experiencia!
Está en Ustedes hacer que su experiencia en la Ibero
se transforme en una vida Magis, una
vida que crezca explotando sus propias competencias y capacidades para ponerlas
al servicio de las y los demás, y de esa manera busquen la realización,
procuren la trascendencia y encuentren la felicidad en el propio
desprendimiento voluntario y en el compartir solidario.
¡Hagamos de nuestras vidas un ejemplo para las
generaciones que vienen y para el país que ya tenemos!
¡Muchas felicidades y bienvenidas y bienvenidos a esta
nueva alta sociedad de gente capaz de cambiar su mundo!
¡Gracias!
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