martes, 30 de septiembre de 2014

Renovando la esperanza y el compromiso



Discurso del Mtro. Alberto Irezabal Vilaclara
Orador Invitado a la Ceremonia de Egresados Septiembre 2014
Sábado 27 de septiembre


Estimado Padre Rector, miembros del presidium, familiares y egresados que hoy reciben su título. Es un gran honor haber recibido la invitación para acompañarlos en esta ceremonia de celebración.

Como acaban de mencionarlo en mi semblanza,  yo paso gran parte del tiempo  en  Chiapas,  trabajando  junto  a  amigos  y  hermanos  indígenas tseltales, de quienes entre las muchas cosas que he aprendido de su cultura y modo de vida, está el sentido que tiene la fiesta o la celebración, la cual no sólo es un momento social de festejo sino que tiene un profundo sentido de agradecimiento,  compromiso  y corresponsabilidad  entre  los asistentes, la comunidad, su cultura…

Justamente  hoy,  en  esta  ceremonia,  estamos  celebrando…     Hoy  nos reunimos alumnos, padres de familia, amigos, académicos y personal de la universidad para reconocer el esfuerzo de los egresados que hoy reciben su título, que pasaron años estudiando para exámenes, trabajando en equipo y haciendo entregas (les aseguro a todos los padres de familia que no todo fue fiesta,  sólo  lo  mínimo  indispensable). Pero  también  los  reconocemos  y agradecemos a ustedes, a las familias, quienes con su esfuerzo y apoyo hoy posibilitan este espacio para poder recibir su título.

A  través  de  los  años  de  trabajo  en  Chiapas  he  sido  testigo   de  la desesperanzadora  realidad en la que vivimos. Una realidad en la que a pesar de que nunca en nuestra historia como seres humanos hemos tenido  tanta capacidad  de  innovación  y que  hemos generado  tanta  riqueza como  lo hacemos hoy  en  día,  no  hemos  logrado  crear un  sistema que  asegure distribuirla de manera justa y equitativa y menos aún, generarla sin esquemas de exclusión y opresión de las personas o destrucción de la naturaleza. Esto ha generado que, según datos oficiales de nuestro país, la mitad de nuestra población  viva en condiciones de pobreza y aproximadamente el 10% en pobreza extrema. ¿Y eso qué significa? No cabe más que decirles que donde yo trabajo, un municipios de la selva norte de Chiapas, la esperanza de vida es de aproximadamente 20 años, debido a la alta mortalidad infantil.  Es más no hace falta más que desplazarnos a 5 minutos en coche al Pueblo de Santa Fe para ver esta parte de la realidad de nuestro país.


No es fácil ser empático con esa realidad, parece distante cuando uno se encuentra inmerso en esta burbuja. Tuve la suerte de conocer el proyecto de economía solidaria impulsado por tseltales y jesuitas en Chiapas gracias a la Ibero. Fue en una clase de Ingeniería Industrial, en la que nos ofrecieron ir a hacer una consultoría técnica sobre el café. Decidí asistir al viaje sólo para conocer la selva, pero nunca me imaginé que salir brevemente de mi zona de confort, de mi burbuja, me llevaría a cambiar mi vida para siempre.

En Chiapas no sólo conocí la selva, sino que descubrí la lucha de muchas personas que todos los días enfrentan contextos de gran adversidad y que así lo llevan haciendo durante muchos años.  La vocación humanista de mi formación  junto  al  trabajo  con  todos  ellos  me  enseñó  el  sentido  del compromiso social, que no es algo que se hace en el tiempo libre, no es una actividad  secundaria a la vida  cotidiana,  si no  que  a pesar de  cualquier dificultad, puede ser el hilo conductor de toda una vida.

Justamente en una ceremonia tseltal en Chiapas, en mis primeros años de voluntario, fue que empecé a entender esto.

Era la primera vez que asistía a una asamblea de la cooperativa de café. En medio de la selva, nos reunimos los productores para discutir puntos como el precio, volumen de café, acuerdos internos. A mí como voluntario, me tocó ayudar  a  armar  el  orden  del  día  y  definir  los  tiempos  de  discusión. Empezamos temprano, como a las 6 de la mañana porque sabíamos que a las 2 de la tarde salían todos los colectivos hacia las comunidades y era la última   oportunidad   para  los  productores   para  regresar  a  sus  casas. Empezamos construyendo un altar maya y empezamos con la oración a las cuatro esquinas del mundo, que son los cuatro puntos cardinales para dar gracias y pedir perdón a la Madre Tierra. Pero la ceremonia se extendía, y ya llevábamos 2 horas de oración y todavía no habíamos empezado a hablar de ninguno de los puntos preparados. Yo me empecé a poner muy nervioso y fue cuando uno de los principales de la comunidad se acercó y me dijo:

“Tranquilo,  Alberto,  tienes que entender que si nosotros no hacemos esta oración, no tendremos el corazón preparado para hablar de los puntos que tenemos que atender”


Yo me quedé, helado, me senté, deje de preocuparme…

¿Tener el corazón preparado para hablar de esos puntos?

Yo pensé que ése ya venía listo para tomar decisiones, pero no… Así como hemos ido preparando la cabeza a través de todos estos años de formación, también el corazón es un músculo que tenemos que entrenar. Por ejemplo, sentir miedo o sentir amor no se definen en la cabeza, sino en el corazón, y estos dos sentimientos son fundamentales en nuestra toma de decisiones.

El sistema en el que vivimos nos inculca el miedo a no ser exitosos, es un sentimiento que se genera en el corazón y que muchas veces nos impulsa hacia un tipo de vida en donde el éxito se mide en términos materiales o de dinero,    basados   en   un   sistema   consumista.   Es   fundamental    que preparemos nuestro corazón para dejar de tener miedo y empezar a tomar decisiones por  amor, decisiones que les aseguro, en el largo plazo serán mucho más satisfactorias.

Fue  hace  poco,  también  en  una  ceremonia  tseltal,  que  por  fin  logré entenderlo.   Estábamos  haciendo   planeación   estratégica  dentro   de   la cosmovisión tseltal. Se trataba de un ayuno de 24 horas sin comer ni dormir, en donde  cada 4 horas encenderíamos nuestras candelas para hacer una oración y discutir cada uno de los acuerdos de la cooperativa. Honestamente yo no entendía como en esas condiciones, 300 personas íbamos a tener la claridad para definir nuestro camino y nuestro sueño.

Ninguna de las respuestas que esperaba que llegaran, llegaron, pero a las 3 de  la  mañana, después de  más de  20  horas de  ceremonia  lo  entendí. Estábamos todos  sufriendo el hambre y sueño pero estábamos juntos, no había mestizos o  tseltales, hombres o  mujeres, ricos o  pobres,  viejos o jóvenes, nos habíamos convertido en un grupo de personas que decidíamos estar ahí para construir un sueño, una alternativa. Por fin había entendido el sentido de esa ceremonia y el compromiso que nos otorgaba, la magia de la solidaridad y la fuerza que tiene la esperanza.      

Preparar al corazón y construir respuestas juntos….


¿Qué significa esta ceremonia para nosotros? Representamos menos del 1% de los jóvenes de este país que tiene la oportunidad  de una educación de esta calidad, tanto en lo técnico como en lo humano, tanto para la cabeza como para el corazón.
Ignacio Ellacuría SJ, rector de la Universidad Centroamericana, lo dijo hace más de 20 años en el último discurso que dio antes de su asesinato:

“Lo que queda por hacer es mucho. Sólo utópica o esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”.

Como egresados de la Ibero, tenemos que dar el ejemplo.

Tenemos que crear donde no hay, proponer e innovar con nuevos modelos económicos y políticos que estén basados en la sustentabilidad.

Tenemos  que  ser  empáticos  y  construir  relaciones  solidarias  entre  las personas y pueblos. Aprender a confiar, ya que si nuestra confianza es débil, nuestra esperanza será frágil.

Tenemos  que  darle  prioridad  a  la  persona,  no  permitir  que  ésta  esté subordinada al capital, si no que el capital esté al servicio de la persona.
Tenemos que ser puentes entre las diferentes realidades, diferentes sectores de la población y derrumbar paradigmas al posicionarnos a favor de aquellos más vulnerables y excluidos.

Hay que reconocer el privilegio de estudiar en la Ibero… Somos afortunados y tenemos que ser agradecidos por eso, pero entender que conlleva una gran responsabilidad.

Yo creo profundamente que nosotros los jóvenes tenemos que convertirnos en la esperanza para esta época de desesperanza. Agradecer la alegría que hay en esta celebración y asumir el compromiso que ésta misma nos otorga.

Hoy que reciben el título, queda en nuestras manos ser el ejemplo. Ya no somos el futuro, somos el presente que necesita este país para un futuro más justo, más equitativo,  más sustentable. Como jóvenes, en el momento que nos la creamos, que asumamos este compromiso no sólo podremos transformar nuestra realidad sino que podremos inspirar a los demás para hacerlo. Como lo dice parte de la filosofía de nuestra universidad, “ser un fuego que encienda otros fuegos”.


El Padre Arizmendiarrieta, inspirador del Grupo Cooperativo Mondragón, lo dijo  así: “El  mundo  no  se  nos  ha  dado  para  contemplarlo,  sino  para transformarlo”.
¿Y cómo lo hacemos? Es fácil decirlo, pero, ¿cómo empezamos?

No  es  necesario  irse  a  al  selva  para  empezar.  Es  más,  me  gustaría preguntarles a todos los egresados que hoy reciben su título si creen que con su esfuerzo, conocimiento,  compromiso  y corazón pueden crear empresas sociales y  sustentables,  promover  diseños  interculturales,  fomentar  una comunicación  transparente  y  democrática,  diseñar  procesos  limpios   y eficientes, proponer estructuras sustentables y sistemas políticos y educativos más justos. Si lo creen así y quieren sumarse al cambio, por favor pónganse de pie.

También  les  quiero  pedir  a  todos  los  miembros  de  esta  universidad, académicos, profesores, trabajadores que ya nos han acompañado en este camino  y  que  creen  en  la  formación  de  personas más integrales  para enfrentar este contexto de adversidad, que nos acompañen una vez más y que se paren, por favor…

Y a las familias y amigos, que también son parte de este desafío y de quienes necesitaremos tanto su apoyo y como su entrega para lograr este cambio, que se pongan de pie por favor…

Reconocer  quién   está   al   lado   nuestro,   tanto   algún   familiar   como desconocido, sabemos que no estamos solos, sino que somos más quienes queremos un mundo mejor, un mundo más justo y que estamos dispuestos a asumir el compromiso que tenemos como comunidad Ibero.

Este es el camino de la esperanza, el camino que construimos todos juntos.

Me gustaría cerrar con las palabras del Padre Pedro Arrupe, antiguo Superior general de la Compañía de Jesús: “No  me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si no hubiera vivido”.

Les pido un fuerte aplauso para todos nosotros que como comunidad Ibero hoy asumimos y renovamos ese compromiso y representar la esperanza que necesitamos.

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